Y talvez no creerías si te dijera
que aún en las noches, luego de mi cotidiano vivir,
en lo íntimo de mi recamara, entre algodones y tejidos,
acompañada de gotas de lluvia y cantos de luciérnagas,
en el zumbido de la mente, justo antes de pasar por las fronteras de un sueño al infinito,
tu nombre hace eco en mi mente, y como frecuencia le permito viajar a ti.
Es que aún eres su pasatiempo favorito.
Te busca como aquel escondite que nunca nadie descubrió,
aquel que sigue siendo tan íntimo, tan propio,
con el que ocasionalmente aún se entretiene.
Porque en ese lugar se siente libre y segura.
Se siente dueña.
Porque ahí todo se vale, porque ahí te conoce y lo que ya no conoce, se lo imagina.
Está mente loca y terca,
es tu más fiel admiradora, ¡Sin duda aún lo es!
Le gusta jugar a que bailas con mi sueño hasta arrullarme.
Contemplando los colores que se mezclan con las fantasías dibujadas con tus manos.
En un lugar en el que tú y yo somos libres para amar.
Ahí, tu sonrisa ilumina todo el espacio.
Ahí jugamos como chicos y amamos como sabios.
Y es que para mí sigues siendo un enigma,
que mi inconsciente trata aún de descifrar.
Como un rompecabezas que faltándole algunas fichas su imagen no deja de cautivarme
y por lo cual no concibo ni quiero desechar.
Esperando talvez algún día la ficha que logre revelarte por completo,
la que descifré esto que dejaste en mí.
Durante mi insomnio mi mente te busca
debajo de mi almohada, en la carta, en la carpa,
en el avión, en aquella foto, en la canción, en la playa o en el malecón.
En mis recuerdos, en mis sueños y en mis fantasías,
donde sea que te encuentres ahí mi mente va a buscarte.
Ahí crea, ahí vive, por esos largos minutos antes de dormir.
Sin preguntar, sin juzgar, sin considerar a mi pobre corazón que involucrado aún está.
¡Que mente más egoísta está que tengo!
Y es que le sobra tiempo para buscarte
y a mi, motivos para no hallarte.

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