Me sorprende la facilidad que tienes para desnudarme el alma. Contigo no existen patrones, ni reglas, ni miedos, ni supersticiones.

Me gusta cómo me vistes de verdades. Me halagas con tu intelecto.

Me consientes con tu pasión, me mimas con tu ternura.

No me dejas sentir la frialdad del olvido, ni la desilusión de promesas que no se van a cumplir ya que nunca se dijeron.

Tu franqueza aunque a veces cruda es sutil y adecuada al momento. Cuidas de mi corazón casi como si fuese el tuyo y aun así no das marcha atrás, al contrario tu entusiasmo es evidente.

Es lindo saber que cuentas con alguien con quien puedes ser tú misma, abrir tu verdad, despojarte de previas falsas expectativas, sentir como fluyen las emociones naturalmente, dejarte invadir de amor y ternura. Es lindo.

Sé que no eres perfecto porque nadie lo es. Noto tus debilidades que hacen visibles tus heridas, tus cicatrices, que tienes marcadas como un tatuaje mal hecho el cual procuras a veces tapar quizás por alguna vergüenza. Pero que no logras, porque es parte de ti y van contigo a todas partes. Lo que ignoras es que son precisamente esas heridas las que te hacen rico en experiencias y sabiduría. Las que te hacen noble y sensible a mi querer. Las que te fortalecen y te guían hacia lo que olvidaste pero ya conoces. Son las mismas que comprendo, que aprecio y que quiero.

Que quiero para sobre ellas sembrar flores de esperanza con raíces de bondad. Son esas cicatrices las que te hacen ser el hombre que eres, las que te hacen ser un ser perfecto en tu imperfección.

¿Sabes por qué no le temo a quererte? Porque cada día que pasa me confirmas que es el único lenguaje que aceptas, que entiendes he identificas. El amor, es tu lenguaje y también el mío, lo único que me inspiras y es ahí que quiero perderme.