Me disparo con su orgullo y moribunda me dejo con su ironía.
Le mostré mi debilidad creyendo que tendría compasión,
porque eso es lo que pasa cuando quieres, bajas la guardia.
Quise ser sincera y mostrarme como soy,
sin juegos, sin mascaras.
Porque así me ha enseñado a ser la vida.
Sin embargo, una vez más confirmo
que la cobardía tiene nombre y apellido
y siempre corre cuando se le enfrenta.
Ahora soy yo quien me enfrento a un sentimiento expuesto,
a mi desnudez temblorosa.
Es que el amor resulta ser adictivo
entre más lo tienes, más lo quieres
y cuando ya no está
te sientes enfermó, hasta te dan náuseas,
la peor parte, es esa sensación en la boca del estómago.
Creo que es la misma que se siente cuando se abstienen los adictos
de alguna droga que el cuerpo cree necesitar.
Pero es solo eso, lo que crees.
Las creencias son tan irrelevantes cuando está comprometido el corazón.
Las personas no creen que el corazón piensa,
¡Pero sí que lo hace! Especialmente cuando está herido y decepcionado.
No es la primera y quizás no sea la última vez
que reciba una herida directo al corazón.
La verdad es que esté corazón mío cada vez me sorprende más
porque aún convaleciente sigue sintiendo, latiendo, creyendo
y hasta perdonando la inesperada agresión.
Pero si hay algo cierto, es que al final todo resulta claro,
porque donde hay amor no hay miedo y
donde hay miedo no hay amor.