Me duele el llanto que sale de tu vientre,
de donde corre la fuente de agua, de vida.
Me duele ese ruido que se escucha en todas partes,
a veces de noche, a veces de día.
Ese eco que siento en mi corazón,
¡Es tu clamor que pide «basta, no más abusos, no más heridas»!
Me duelen tus hijos que mueren sedientos y hambrientos,
abandonados y denegados, sin esperanza ni justicia.
Me duelen tus mares que se intoxican con crudos y desechos,
que acaban con tus corales, arrecifes y caudales.
Me duelen tus especies extinguidas, que no lógrate proteger de este humano maldecido.
Me duelen tus aires que se contaminan con tóxicos y químicos,
que simulan huracanes, tsunamis y erupciones que tú nunca hubieses permitido.
Me duelen los frutos que se caen y se pudren sin ser consumidos,
que se secan y se pierden, que se desperdician y se echan al olvido.
Me dueles madre mía, me dueles como nunca me habías dolido.
¡Hoy me uno a tu clamor, a tu imploro!
Me uno a tu rechazo de ese virus llamado ambición y egoísmo.
Y si he de ser el siguiente en caer sediento en tu regazo,
Madre mía recíbeme con tu amor, te lo pido,
Aunque yo también pequé de insensato,
Aunque yo también me hunda en el olvido.
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